Cuando me enteré del segundo embarazo de mi mujer, lo primero que me pasó por la cabeza fue el proceso de transformación por venir. Durante los nueve meses de gestación, su cuerpo experimentará cambios físicos y emocionales para dar origen a una nueva vida. Entre estos, el aumento de peso es uno de los más notables. De hecho, los estudios indican que un aumento de peso promedio de 12.5 kg durante el embarazo está asociado a resultados favorables tanto para la madre como para el bebé.
Más allá de lo físico, el embarazo es un torbellino de emociones. Muchas mujeres experimentan una montaña rusa con ellas: por un lado, alegría y emoción por la llegada del bebé; por otro, pasan a la ansiedad ante los cambios que se avecinan e incluso miedo ante las posibles complicaciones. ¿Por qué ocurre esto? Gran parte de estas sensaciones están relacionadas con la producción de hormonas propias del embarazo.
Las hormonas, sustancias químicas producidas por las glándulas como la hipófisis, el ovario y el páncreas, entre otras, regulan diversas funciones y son responsables del llanto al ver ciertos anuncios en la televisión o de las “aberraciones culinarias” que se le antojan a las futuras madres, como los tacos al pastor con miel.
El papel de las hormonas es fundamental, pues trabajan en conjunto para coordinar los múltiples cambios que se producen tanto en el cuerpo de la madre como en el del bebé. Por ejemplo, la progesterona prepara el útero para el parto, mientras que la prolactina estimula la producción de leche materna. Todos estos procesos suceden de manera simultánea durante el desarrollo fetal, lo cual asegura un entorno adecuado para el crecimiento del bebé.
Sin embargo, los cambios no se limitan a las hormonas. Durante el embarazo, el corazón de la madre debe trabajar horas extra, ya que el gasto cardiaco puede incrementarse hasta en un 50 % en comparación con el de una mujer no embarazada. La cantidad de sangre circulante se incrementa casi al doble para garantizarle al feto un flujo sanguíneo adecuado y todos los nutrientes necesarios para desarrollarse adecuadamente.
¡El embarazo lo cambia todo!, inclusive a órganos que no imaginamos, como el hígado, el cual desempeña un papel clave en el metabolismo de carbohidratos, grasas y proteínas. Durante el embarazo, su tamaño aumenta y se producen ajustes en el metabolismo, como una mayor sensibilidad a la insulina, lo que puede ocasionar episodios de hipoglucemia (bajada de azúcar manifestada con mareo o sudoración, entre otros síntomas) en algunas mujeres y, en otras, el incremento en la producción de colesterol, puede predisponer a desarrollar hígado graso durante el embarazo.
La mayoría de las modificaciones que ocurren en el hígado durante el embarazo son bien toleradas y no generan síntomas significativos. Sin embargo, el diagnóstico de las enfermedades hepáticas en esta etapa se basa principalmente en la evaluación de los síntomas, los análisis de sangre y los estudios de imagen, como el ultrasonido. Dado que el embarazo puede exacerbar enfermedades preexistentes o desencadenar nuevas afecciones, es fundamental tener un control prenatal adecuado para monitorizar la salud materna y el desarrollo del feto y detectar cualquier posible complicación para tratarla a tiempo.
Estos cambios representan una respuesta adaptativa del cuerpo para satisfacer las demandas del feto en crecimiento. Afortunadamente, en un embarazo saludable y sin complicaciones, todos estos cambios son reversibles y, a su término, los sistemas del cuerpo vuelven a la normalidad.
Finalmente, no puedo más que dar las gracias a mi mujer por regalarme una vez más la oportunidad de ser padre y por soportar todos los cambios que conlleva el desarrollo de una nueva vida.
Detalles del autor
- Nombre(s):
Jorge Alberto Luna López / UATx
Referencias
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● Lim E, Mouyis M, MacKillop L. (2021). Liver diseases in pregnancy. Clinical Medicine, Journal of the Royal College of Physicians of London, 21(5), E441–E445. https://doi.org/10.7861/clinmed.2021-0497