Imagínate olvidar algo realmente importante para ti. Así le pasó al pintor colombiano Fernando Botero, famoso por sus figuras voluminosas y coloridas. Durante años, una bodega en Nueva York guardó en la oscuridad varias de sus pinturas y bocetos, hasta el momento que recordó la existencia de la bodega.

Algo similar ocurre con nuestra salud, la descuidamos sin darnos cuenta de las consecuencias hasta que el cuerpo nos obliga a prestarle atención. Pensemos en su pintura Mujer bebiendo (1999); en ella, una mujer bebe un jugo de naranja con una sensación de alivio y frescura, similar a la que sentimos al consumir algo dulce y hasta placentero. Sin embargo, ¿qué consecuencias tiene este hábito para nuestra salud?

Tal como las pinturas de Botero presentan un mundo de exageración y abundancia, el consumo excesivo de azúcares añadidos también puede ser desbordante y, a largo plazo, dañino. Muchas veces, sus efectos permanecen ocultos hasta que se manifiestan en forma de enfermedades crónicas como el síndrome metabólico y otros padecimientos relacionados, como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares, renales crónicas, entre otras.

El síndrome metabólico: una bodega desordenada


Como una bodega desordenada, el síndrome metabólico es una acumulación de problemas de salud; cuya combinación genera un gran impacto en contra de nuestro bienestar. Entre las condiciones que incluye están obesidad abdominal, hipertensión, altos niveles de glucosa y colesterol elevado. Esta mezcla de factores puede parecer abstracta, pero, vuelve a imaginar una pintura, ahora de niños mexicanos entre 5 y 11 años; lamentablemente, de cada 100 infantes, 38 tienen obesidad o sobrepeso.

Esta imagen refleja la problemática que enfrenta México, pues ocupa el primer lugar en obesidad infantil en el mundo, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La situación no mejora en adultos, ya que de cada 100, 37 enfrentan el mismo problema, colocando a nuestro país en el segundo lugar mundial en obesidad adulta.

Otra vez, la realidad no es tan lejana a la estética del boterismo, aunque nunca fue lo que el artista quiso plasmar en sus obras. En su pintura, en lugar de una celebración de la forma y el color, nos enfrentamos a una llamada de atención sobre la salud y el bienestar de nuestra sociedad.

De la misma manera que para limpiar y organizar una bodega desordenada se requiere de gran esfuerzo y constancia, para combatir el síndrome metabólico necesitamos de ambas acciones. Ello implica reorganizar nuestros hábitos de vida para prevenir consecuencias graves y asegurar un futuro más saludable para las generaciones presentes y futuras. Este cambio es necesario y también es una oportunidad para transformar nuestra realidad y crear un entorno más saludable, donde la prevención y el bienestar sean la norma, en lugar de la excepción.

El ciclo adictivo de la comida procesada


Las pinturas de Botero representan el placer y la opulencia, pero en la alimentación, el exceso puede tener un costo. Los alimentos ultraprocesados, cargados de azúcares, sodio y grasas saturadas usadas para mejorar su sabor y apariencia, activan en el cerebro la producción de sustancias como la serotonina, un neurotransmisor que influye en el estado de ánimo.

Los carbohidratos facilitan la entrada de triptófano en el cerebro, un aminoácido precursor de la serotonina. Además, las endorfinas, o las hormonas de la felicidad, se liberan también por la ingesta de alimentos placenteros, contribuyendo a una sensación general de euforia y satisfacción.

Otro ingrediente clave es la dopamina, un neurotransmisor fundamental en el sistema de recompensa del cerebro; cuando comemos alimentos ultraprocesados, se libera dopamina, generando sensaciones de placer y satisfacción. Este mecanismo puede conducir a la búsqueda repetida de estos alimentos, atrapándonos en un ciclo adictivo similar al del amor romántico.

Más que pintura, grandes ideas


Para comprender mejor el fenómeno del ciclo adictivo, el investigador brasileño Carlos Monteiro y su equipo en la Universidad de São Paulo desarrollaron la clasificación NOVA, un modelo donde se agrupan los alimentos según su nivel de procesamiento:

Grupo 1: Alimentos no procesados o mínimamente procesados como frutas, verduras y carnes frescas.
Grupo 2: Ingredientes culinarios procesados adicionados con aceites, azúcar y sal.
Grupo 3: Alimentos procesados que combinan ingredientes de los grupos 1 y 2 como quesos, pan simple, verduras en conserva, etcétera.
Grupo 4: Alimentos ultraprocesados: contienen ingredientes cosméticos como colorantes, conservantes y edulcorantes, por ejemplo, jugos, refrescos, bollería industrial y comidas preparadas. Además, sus múltiples aditivos están diseñados para ser altamente atractivos y rentables.


Esta clasificación nos puede ayudar a identificar qué alimentos favorecen el ciclo adictivo de la comida procesada, permitiéndonos tomar decisiones más conscientes sobre nuestra alimentación. Recuerda: los ultraprocesados generan un placer inmediato, pero su consumo excesivo puede tener consecuencias a largo plazo, como inflamación cerebral, deterioro de la memoria y el aprendizaje e incremento del cortisol, la hormona del estrés, derivando en ansiedad.

Los cambios en el cerebro refuerzan el deseo de seguir consumiendo alimentos poco saludables y perpetúan el ciclo vicioso. Romper esta dinámica no es sencillo, sin embargo, entender cómo los ultraprocesados afectan nuestro cerebro es el primer paso para recuperar el control sobre nuestra salud.

Factores socioeconómicos: un lienzo más complejo


No todos tienen las mismas posibilidades de acceder a una alimentación saludable. En muchas comunidades, estos productos son costosos o difíciles de conseguir, mientras que los alimentos ultraprocesados están al alcance de todos. Además, la falta de espacios para hacer actividad física y la desinformación sobre dietas y tratamientos milagrosos agravan aún más el problema.

El arte de transformar nuestra vida


En Bailando en Colombia (1980), Botero retrata una escena vibrante: al fondo, un grupo de músicos tocando y, al frente, una pareja disfruta un tango. La clave de la imagen es la colaboración: la música y la danza van de la mano. De la misma manera, mejorar nuestra salud requiere un trabajo en equipo, donde la educación, el acceso a fuentes confiables de información y el acompañamiento juegan un papel fundamental.

¿Cómo podemos cambiar nuestra alimentación?

Adoptar hábitos saludables puede parecernos difícil, pero pequeños cambios pueden hacer la diferencia:

· Consumir más frutas y verduras de temporada.
· Beber agua simple en lugar de refrescos y jugos azucarados.
. Realizar cinco comidas al día: desayuno, comida y cena y, entre ellas, una colación.
· Reducir el consumo de carbohidratos y proteínas después de las 5 p. m.
· Optar por cenas ligeras, ricas en fibra y libres de carbohidratos.
· Realizar una actividad física de forma regular, atendiendo las recomendaciones de su médico (caminata, yoga, natación).

Al igual que Fernando Botero desafió las normas tradicionales de belleza con su estilo único, una visión innovadora del síndrome metabólico podría desafiar las actuales tendencias promoviendo el consumo de alimentos dañinos y evitando la inactividad física.

Inspirar un cambio hacia hábitos más saludables y sostenibles es un reto, pero también una oportunidad valiosa. Aprender a apreciar el arte requiere entrenar nuestros sentidos, mientras que cuidar nuestra salud requiere entrenar nuestra voluntad. Cada uno de nosotros es el artista de su propia vida y podemos elegir los mejores "pinceles" disponibles para pintar un futuro con mejor salud para todos.

Recordemos la importancia de cuidar nuestra salud con la misma dedicación y pasión que un artista cuida su obra maestra, creando así una vida que sea una verdadera obra de arte.

Figura 1. Mujer bebiendo, 1999
Figura 2. Bailando en Colombia, 1980
Figura 3. Bodegón con fruta y tetera, 1998

Detalles del autor

  • Nombre(s):
    Adriana Blanquel Gómez /UATx
    Leticia Nicolás Toledo /UATx
    Jorge Rodríguez Antolín /UATx

Referencias
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Martí A, Calvo C, Martínez A. (2021). Consumo de alimentos ultraprocesados y obesidad: una revisión sistemática. Nutrición Hospitalaria, 38(1), 177–185. Publicación electrónica del 26 de abril de 2021.

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