Seguramente has escuchado hablar de un “sexto sentido”. Suena a algo místico, casi sobrenatural. Sin embargo, ¿qué pensarías, si te dijera que tú lo tienes?, y también tu gato, tu perro y la mayoría de los animales de tu entorno porque, aunque este sentido oculto no predice el futuro ni te da poderes, sin él no podrías moverte con precisión, ni siquiera dar un paso sin caerte.
Desde niños, en la escuela y en la casa, nos dicen que tenemos cinco sentidos: la vista, la audición, el olfato, el gusto y el tacto, pero, rara vez, nos explican un sentido usado todo el tiempo, sin notarlo. De hecho, en este mismo momento lo estás utilizando, haz la prueba: Cierra los ojos y levanta tu brazo. ¿Sabes exactamente en qué posición está? ¡Por supuesto que sí! Este es tu sexto sentido, llamado propiocepción, el cual nos permite percibir la posición y el movimiento de nuestro cuerpo en el espacio, sin necesidad de verlo. Las aves lo usan para ajustar sus alas al volar; los gatos, para conocer la posición de su cuerpo; los insectos, para percibir la velocidad de su desplazamiento y, sorprendentemente, también permite a las personas ciegas ubicarse en el espacio.
Como los otros sentidos, la propiocepción funciona gracias a estructuras especiales: los receptores, los cuales son diferentes para cada sentido. Con los receptores ubicados en nuestros ojos podemos ver, oler por los de nuestra nariz e identificar texturas con los de nuestra piel. Así, todos los sentidos perciben el entorno mediante la estimulación de receptores ubicados en los órganos sensoriales.
Entonces, ¿en qué parte de nuestro cuerpo se encuentran los receptores de la propiocepción? A diferencia de los otros sentidos, estos receptores no están en un órgano específico, como los ojos o los oídos, sino en las fibras musculares y en los tendones (figura 1).
Por ejemplo, cuando flexionamos un brazo, los músculos se contraen. En ese momento se activan unas estructuras denominadas husos musculares (receptores de propiocepción en músculo) para informar al cerebro tanto la velocidad como la medida en la que el músculo se está contrayendo o estirando.
Además del músculo, los tendones también se estiran y activan los órganos tendinosos de Golgi (receptores ubicados en la unión entre el tendón y el músculo), indicándonos la tensión muscular. Todo este proceso señala la nueva posición del brazo sin necesidad de verlo.
Entrenando mi sexto sentido
La propiocepción madura progresivamente desde que nacemos hasta el final de la adolescencia. Los bebés comienzan a reconocer su propio cuerpo al observar y tocar sus manos y pies y al gatear, caminar o sujetar una cuchara para comer, durante la niñez.Los bebé con zapatos pueden verse bonitos, aunque esto no le ayude a desarrollar adecuadamente la propiocepción y otras habilidades motoras. Por esta razón, es preferible mantener descalzos a los bebés el mayor tiempo posible durante sus primeros dos años de vida, después de esa edad pueden fomentarse actividades en casa o en áreas seguras donde caminen así.
Suele pensarse que los adultos están en tu máximo desarrollo, sin embargo, son capaces de seguir aprendiendo. ¿Sabes cómo? Haciendo ejercicio físico general, practicando un deporte de tu agrado que involucre coordinación, pero es muy importante calentar antes de la práctica para evitar una lesión y, si te lesionas una vez, probablemente lo hagas constantemente porque la información acerca de la posición de los músculos o tendones no está llegando adecuadamente al cerebro y no porque seas más débil. No te asustes, no es para siempre. La comunicación propioceptiva puede llegar a recuperarse a través de fisioterapia y ejercicios para mantener el equilibrio, curiosamente, como cuando eras niño.
Hablemos del equilibrio: un trabajo en equipo
Los receptores de la propiocepción desempeñan un papel fundamental en el control del movimiento y el equilibrio, ajustando la tensión muscular y ayudándonos a mantener la postura para no desplomarnos. Si quieres entenderlo mejor, imagina que caminas en la noche por un terreno con poca iluminación, piedras y hoyos. Durante el camino, sin duda, tropezarás con las piedras y/o caerás en los hoyos, pero tu cuerpo ajustará automáticamente la tensión de los músculos de las piernas, tobillos y pies para mantenerte estable.El ajuste constante para mantener el equilibrio es un trabajo en equipo entre la propiocepción y otros dos sistemas clave: el vestibular y la vista. El primero se ubica dentro de nuestro oído (figura 2) y está compuesto por tres conductos semicirculares, cada uno orientado en una dirección distinta, y dentro de ellos se localizan los receptores llamados células ciliadas, las cuales están inmersas en un líquido.
Cuando movemos la cabeza, este líquido se desplaza y estimula las células ciliadas, detectando el movimiento y ayudando a mantener la estabilidad del cuerpo. Mientras que el segundo sistema, la vista, nos permite detectar nuestra posición en el espacio y anticipar movimientos. Por ello, al sentir un mareo, fijar la mirada en un punto fijo o cerrar los ojos puede ayudarnos a estabilizar la sensación de movimiento.
Entonces ¿son cinco o seis?
Comúnmente suele hablarse de cinco sentidos, pero por qué, si existen más.Los sentidos se clasifican en generales y especiales, estos últimos son todos los que poseen órganos sensoriales: vista, olfato, oído y gusto. Los generales están dispersos en el organismo y dentro de ellos se encuentra el tacto, al que se le ha dado mayor importancia porque está relacionado con otros sentidos generales como la propiocepción, la temperatura o el dolor. ¡Sí, el dolor también es un sentido! Podemos definir a los sentidos como sistemas dentro del organismo que nos permiten recibir y procesar la información de nuestro entorno.
Y, aunque algunos sentidos sean más conocidos que otros, no son más o menos importantes. Si nos detenemos a pensar en todo lo que somos capaces de percibir y hacer, queda claro que contamos con una asombrosa capacidad sensorial, pues nuestros sentidos están especializados en diversas funciones. Esta variedad y complejidad han inspirado a muchos escritores para crear personajes con habilidades extraordinarias, por ejemplo, pueden escuchar a grandes distancias, soportar temperaturas extremas o tolerar el dolor gracias a una sensibilidad fuera de lo común.
Ahora ya lo sabes: tú también cuentas con habilidades increíbles y el sexto sentido no es un mito ni un título de película. La próxima vez que te pregunten si tienes un sexto sentido, puedes contestar con aplomo: “Sí”. ¡Seguro impresionarás a más de uno!
Detalles del autor
- Nombre(s):
Martín D. Oloarte-Flores / UATxbr
María Isabel Pérez-Cuapio / UV
Beatriz Molina / UNAM
Referencias
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