¿Sabías que para que las personas y otros animales que viven en grupo puedan comunicarse y desarrollar actividades esenciales como buscar alimento, recibir ayuda, efectuar tareas o reproducirse, es necesario intercambiar señales sensoriales? Estas señales pueden ser auditivas, visuales, gustativas, olfatorias y, por supuesto, táctiles.
En este proceso, quien emite las señales se llama emisor, mientras que quien las recibe es denominado receptor. Para percibir y entender estas señales utilizamos receptores sensoriales especializados, que son terminaciones nerviosas capaces de detectar distintos estímulos. Estos estímulos generan impulsos nerviosos que viajan al sistema nervioso central donde son interpretados para desencadenar respuestas físicas o emocionales. Por ejemplo:
● Las señales auditivas (sonoras) son captadas por mecanorreceptores nerviosos del oído.
● Las señales visuales son captadas por fotorreceptores llamados conos y bastones.
● Las señales táctiles son percibidas por mecanorreceptores (complejos de Merkel, corpúsculos de Meissner, corpúsculos de Krause, de bajo umbral de fibra C y corpúsculos de Pacini), termorreceptores (corpúsculos de Ruffini) y nociceptores (terminaciones nerviosas libres) en la piel.
De todos estos sentidos, el tacto es uno de los primeros en desarrollarse. Este sentido es esencial porque nos permite percibir el entorno, protegernos de peligros y además generar conexiones emocionales. Su importancia no se limita a la simple percepción (interpretación de los estímulos sensoriales) de un objeto, también influye en nuestro desarrollo (en la infancia), bienestar emocional y en nuestra capacidad de relacionarnos con el mundo exterior.
¿Cómo sentimos el mundo a través del tacto?
La piel, nuestro órgano más extenso, es la principal herramienta para experimentar el tacto. En ella se encuentran distintos tipos de mecanorreceptores (detectan el tacto-presión), termorreceptores (detectan el calor) y nociceptores (detectan el dolor) que se encargan de detectar desde un ligero roce hasta una presión intensa.Cada uno de estos receptores tiene una función específica, por ejemplo, los de Merkel detectan la presión sostenida y la forma de los objetos, los Corpúsculos de Pacini detectan presión profunda y vibraciones rápidas, los corpúsculos de Meissner responden al tacto suave y cambio de textura, los corpúsculos de Ruffini responden al estiramiento de la piel y al calor, los de Krause responden al frío, y las terminaciones libres responden al dolor. Estos receptores envían señales al sistema nervioso central a través de fibras nerviosas especializadas (sensoriales) que se dividen en dos grandes grupos:
1) Fibras mielinizadas (A-beta y A-delta): Son rápidas y transmiten información precisa sobre la textura, forma y temperatura de los objetos.
2) Fibras no mielinizadas (fibras C y fibras C-Táctiles Afectivas). Son más lentas, pero fundamentales para percibir sensaciones agradables y placenteras, como un tacto suave, cálido y placentero, asociado a sensaciones afectivas.
En la figura 1 se muestran las diferentes fibras nerviosas que transmiten la información sensorial al cerebro y los múltiples efectos de estos estímulos tanto en infantes como en individuos adultos. Entre los efectos de los estímulos sensoriales está la liberación de hormonas (glucocorticoides, oxitocina, prolactina) y moléculas neurotróficas (NGF 1 y 2, IGF-1, BDNF), que favorecen el funcionamiento del cerebro, tales como aumentar las conexiones entre neuronas (densidad dendrítica).
El poder de una caricia
Cuando recibimos una caricia lenta y delicada, las fibras C-Táctiles Afectivas se activan y transportan esos estímulos hacia áreas cerebrales implicadas en la regulación emocional y la recompensa (ejemplo, corteza insular y la corteza temporal media), generando sensaciones de bienestar y confianza. La manera en que estas fibras trabajan es aumentando la liberación de moléculas neurotróficas en estas áreas neurales. Por eso, un gesto tan simple como una caricia puede disminuir la frecuencia cardíaca, reducir el estrés y generar una sensación de calma (Field, 2001). Además, cuando estos estímulos táctiles se perciben en etapas críticas de desarrollo como en la infancia, en humanos y no humanos, inducen la liberación de las moléculas y hormonas antes mencionadas (Fig. 1) y favorecen el desarrollo de áreas cerebrales involucradas en procesos emocionales, de atención, de aprendizaje, inmunológicos, conductuales y reproductivos (Lomanowska y Melo, 2016).En infantes y crías, este tipo de contacto es esencial, pues tiene un impacto positivo en el desarrollo, sentando las bases para fomentar y mantener las interacciones sociales con sus parejas, amigos, etc. (Carozza y Leong, 2021). Durante la interacción madre e hijo se intercambian señales auditivas, visuales, odoríferas, sociales y táctiles que refuerzan el vínculo materno y favorecen el desarrollo y crecimiento del infante. En humanos, la conducta materna se divide en dos tipos: instrumental, como bañar, cambiar pañales o ropa, peinar; y afectiva, que incluye abrazos, caricias, besos y contacto cara a cara mediante conversaciones y juegos, además de la lactancia. La conducta materna en los mamíferos tiene una gran similitud con la conducta materna en el humano tanto en las conductas como en las funciones. Por ejemplo, en roedores o felinos la madre acarrea a sus crías, les lame el cuerpo y las amamanta, y en humanos la madre abraza al bebé para transportarlo, lo besa y acaricia (Ver Fig. 2).
Además de la importancia del tacto durante la interacción madre e infante, este sentido tiene otras funciones básicas para comunicarse, reproducirse y sobrevivir que se han desarrollado a través de la evolución de las especies desde los más primitivos como los invertebrados hasta los vertebrados y mamíferos más complejos. Por ejemplo, los invertebrados usan el tacto para detectar presas o evitar depredadores y huir.
En adultos, además de aportar información del cuerpo, el tacto disminuye el estrés y la ansiedad a través del auto acicalamiento (disminuye la liberación de hormonas del estrés), refuerza vínculos afectivos y lazos sociales (estimula la liberación de prolactina, endorfinas, dopamina y oxitocina) al favorecer la reconciliación tras un conflicto mediante el acicalamiento, participa en el cortejo, alivia el dolor (libera endorfinas). Asimismo, el tacto puede fortalecer la confianza, promover la cooperación y la generosidad, contribuyendo a disminuir la ansiedad, las reacciones ante amenazas y las emociones negativas (Field, 2001).
Cuando falta el contacto
La falta de contacto físico puede tener consecuencias negativas. En neurociencia experimental, los modelos animales se han utilizado para investigar cómo el tacto influye en el desarrollo del sistema nervioso y, por lo tanto, en el comportamiento de los animales. En estudios con ratas o ratones en desarrollo, las crías privadas de la atención materna o criadas en aislamiento social mostraron respuestas exageradas al estrés, niveles elevados de ansiedad, miedo y depresión, déficits de atención, hiperactividad, agresividad, disfunción sexual en machos y déficits en el cuidado materno. Además, presentan dificultades en el aprendizaje y la memoria, junto con una disminución en la cantidad de conexiones entre las neuronas (morfología dendrítica) y la comunicación química entre ellas mismas. Esta tendencia se mantiene en generaciones posteriores, por ejemplo, las nietas de las ratas aisladas también muestran deficiencias en la conducta materna (Lomanowska y Melo, 2016). Por otro lado, las ratas aisladas, o incluso sanas, que reciben estimulación táctil adicional mediante suaves cepillados o caricias experimentan beneficios como:● Menores niveles de estrés.
● Mayor capacidad de aprendizaje.
● Respuestas emocionales más equilibradas.
● Las alteraciones neuroquímicas son menores
● Incremento en la morfología dendrítica en el cerebro
Estos resultados sugieren de manera contundente que las caricias táctiles, por sí solas, tienen efectos benéficos tanto en roedores sanos como en aquellos con alteraciones, ya que pueden mejorar, prevenir o revertir las consecuencias de experiencias adversas durante el desarrollo o en la adultez.
En seres humanos se han encontrado resultados similares a los observados en modelos animales. La estimulación táctil durante las primeras etapas de la vida contribuye al desarrollo infantil y puede mitigar los efectos negativos de agresiones tempranas, como estrés crónico durante el parto o la lactancia, el parto prematuro o el bajo peso al nacer. Por ejemplo, los bebés nacidos a término que presentan irritabilidad o dificultades para dormir experimentan mejoras significativas al recibir terapia de masaje.
El tacto como terapia
Como ya se ha referido, en roedores la estimulación sensorial táctil en los primeros días de vida tiene efectos positivos en crías que sufrieron estrés crónico o aislamiento social temprano. De manera similar, los recién nacidos prematuros que reciben terapias de estimulación táctil como la terapia de “canguro” o masajes en la unidad de cuidados intensivos neonatales muestran mejoría en el sistema inmunológico y en la respuesta al estrés, incremento de peso, crecimiento físico y regulación de la frecuencia cardíaca (Carozza y Leong, 2021).No solo los bebés se benefician del contacto físico. En adultos, la terapia de masaje se ha utilizado como una herramienta complementaria en el tratamiento de diversas afecciones. Estudios han mostrado que el masaje puede:
● Reducir el dolor crónico.
● Disminuir la ansiedad y la depresión.
● Mejorar la calidad del sueño.
● Fortalecer el sistema inmunológico.
Aunque la prevención es la estrategia más eficaz para reducir la incidencia de enfermedades, su implementación puede ser compleja debido a factores sociales, económicos, geográficos y culturales. Por ello, además de las intervenciones farmacológicas tradicionales, se han desarrollado enfoques terapéuticos destinados a complementar o incluso reemplazar ciertos tratamientos farmacológicos.
Terapias en niños como la acupuntura, los masajes terapéuticos y el método canguro funcionan estimulando las fibras sensoriales tales como las fibras C-Táctiles Afectivas (Fig. 1). Este tipo de estímulos sensoriales genera la liberación de neurotransmisores como la oxitocina y la dopamina, así como factores neurotróficos (Lesemann y cols., 2015). Estos químicos cerebrales no sólo promueven el bienestar, también fortalecen las relaciones sociales.
En un mundo donde muchas interacciones son virtuales y el contacto físico a menudo es limitado, redescubrir el valor del tacto puede ser clave para nuestra salud física y mental. Desde una caricia reconfortante hasta un masaje terapéutico, el tacto nos conecta con los demás y con nosotros mismos. En conclusión, la estimulación táctil durante la infancia o en la etapa adulta participa de manera importante en el desarrollo del sistema nervioso, en prevenir alteraciones en el desarrollo en infantes vulnerables (niños prematuros) o en reducir los efectos adversos de enfermedades neurodegenerativas, enfermedades mentales (depresión), enfermedades crónicas (diabetes) o terminales (cáncer) como el dolor crónico, insomnio, ansiedad, sueño, etc. Por tanto, es esencial que los profesionales de la salud, como médicos, enfermeros y personal sanitario, conozcan estas intervenciones para implementar protocolos basados en la estimulación táctil y seguir explorando nuevas estrategias terapéuticas.
Así que, la próxima vez que tengas la oportunidad, no dudes en abrazar, acariciar o simplemente sostener la mano de alguien. Tu cuerpo y mente te lo agradecerán.
Detalles del autor
- Nombre(s):
Angel I. Melo /UATx
Kurt L. Hoffman /UATx
Referencias
● Field T. (2001). Touch. Cambridge, MA: A Bradford Book, MIT Press.● Meijer LL, Ruis C, van der Smagt MJ, et al. (2022). Neural basis of affective touch and pain: A novel model suggests possible targets for pain amelioration. Journal of Neuropsychology, 16(1), 38–53. https://doi.org/10.1111/jnp.12250
● Carozza S, Leong V. (2021). The role of affectionate caregiver touch in early neurodevelopment and parent-infant interactional synchrony. Frontiers in Neuroscience, 14, 613378. https://doi.org/10.3389/fnins.2020.613378
● Lomanowska A, Melo AI. (2016). Deconstructing the function of maternal stimulation in offspring development: Insights from the artificial rearing model in rats. Hormones and Behavior, 77, 224–236.
● Lesemann P, Reuter EM, Godde B. (2015). Tactile stimulation interventions: Influence of stimulation parameters on sensorimotor behavior and neurophysiological correlates in healthy and clinical samples. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 51, 126–137. https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2015.01.005