La subjetividad define nuestra experiencia de existir y ser, así como nuestra percepción constante del entorno. A través de estas percepciones construimos la realidad, la cual suele considerarse una creación predominantemente individual. Sin embargo, esta construcción mental y emocional también incluye una representación compartida del entorno en el que vivimos. Dicho entorno está compuesto por espacios, sonidos, colores, aromas y otros elementos que conforman nuestra realidad compartida.
En la era de la información, los datos y cifras que consumimos diariamente reflejan un incremento en el ruido visual y sonoro, la contaminación ambiental y otros desórdenes que afectan tanto el bienestar humano como el planetario. Por ejemplo, la exposición constante a imágenes publicitarias, notificaciones electrónicas o paisajes urbanos desordenados puede generar fatiga visual y estrés, lo que impacta negativamente en nuestra salud mental. Estos niveles de desorganización han transformado los entornos compartidos en un fenómeno global, presente no sólo en ciudades y áreas suburbanas, sino también en zonas rurales y ecosistemas silvestres. Incluso, perturbaciones similares se perciben en regiones remotas, como mares glaciares, desiertos y bosques que antes parecían intocables. Este desorden tiene un impacto significativo en la calidad de vida y el bienestar de las sociedades.
Es interesante considerar que los entornos emiten información que puede medirse y registrarse en una escala que trasciende lo individual. Esta información se extiende por amplias áreas geográficas, delimitadas por condiciones particulares que las caracterizan, lo que podemos denominar como realidad socioecológica. Dentro de esta escala, las urbes funcionan como sistemas abiertos donde existe una constante retroalimentación entre el entorno y sus habitantes. Por ejemplo, un vecindario con calles limpias, áreas verdes bien cuidadas y una disposición ordenada de las viviendas tiende a generar una sensación de seguridad y comodidad entre sus residentes. En contraste, espacios deteriorados o saturados de contaminación suelen asociarse con incomodidad y malestar. Este enfoque nos permite entender la realidad actual como un flujo de información que se almacena y procesa en niveles superiores al humano.
Existe un método innovador1 que permite capturar y analizar la información emitida por cualquier entorno sin cuestionar a las personas, sino interpretando directamente sus paisajes visuales, sonoros, espaciales y económicos. Este método utiliza la entropía, un concepto que mide el grado de desorden o incertidumbre en un sistema. Por ejemplo, si observamos una imagen de un parque urbano bien organizado, donde los árboles, caminos y áreas verdes están distribuidos armónicamente, su entropía sería baja debido a su alto nivel de orden. En contraste, una imagen de una zona abandonada con escombros, basura y vegetación descontrolada tendría una entropía alta, reflejando mayor desorden. Este enfoque permite determinar si la información de un entorno está organizada o desorganizada. Compactar la información a este nivel es posible mediante herramientas matemáticas, como la entropía de Shannon, que también se emplean para detectar patrones en organizaciones biológicas.
Análisis utilizando este método han revelado que cuanto mayor es la similitud entre la información geométrica de ciertas organizaciones biológicas (Fig. 1) y la proveniente de los entornos, mayor es el bienestar en el sistema2. Por otro lado, los espacios desordenados pueden revelar por qué algunas áreas urbanas, aunque aparenten orden, carecen de bienestar. Esta condición es evidente en la búsqueda de espacios recreativos o entornos agradables para habitar, una tendencia creciente en la sociedad moderna. Paradójicamente, el esfuerzo por crear "cápsulas de belleza", ya sean artificiales o naturales, a menudo resulta en el deterioro de los mismos lugares que buscan preservar.
A través de investigaciones que hemos desarrollado, se ha demostrado que, para analizar paisajes complejos, es crucial cuantificar su orden y desorden mediante medidas computacionales. Estas medidas comprimen la información de entornos visuales (Fig. 2), sonidos, organización espacial, densidad poblacional y aspectos económicos en patrones binarios de 1’s y 0’s. Los valores resultantes se interpretan como indicadores de bienestar o calidad de vida. En términos matemáticos, la entropía de Shannon aplicada a patrones geométricos biológicos permite identificar su grado de orden y asociarlo a niveles óptimos de bienestar.
Finalmente, analizar la calidad de colores, sonidos, saturación, y el flujo de información, materia y energía en el entorno nos permite reducir la complejidad de la realidad a un lenguaje computacional simple, como 0’s y 1’s. De esta manera se abre la puerta a una comprensión más precisa de la relación entre información y bienestar.
Detalles del autor
- Nombre(s):
Juan López Sauceda / UAM
Referencias
1.- Lopez-Sauceda, J., von Bülow, P., Ortega-Laurel, C., Perez-Martinez, F., Miranda-Perkins, K., & Carrillo-González, J. G. (2022). Entropy as a Geometrical Source of Information in Biological Organizations. Entropy, 24(10), 1390.
2.- López-Sauceda, J. (2022). Calidad de vida en comunidades socio-ecológicas en términos de bits de información. Ichan Tecolotl. CIESAS, CONAHCYT. ISSN: 2683-314X. Recuperado de https://ichan.ciesas.edu.mx/calidad-de-vida-en-comunidades-socio-ecologicas-en-terminos-de-bits-de-informacion/.