Nuestra sociedad enfrenta un futuro muy incierto en diversos ámbitos. No obstante, en los últimos años se han obtenido certezas que parten de predicciones con rigor científico: el planeta se está modificando a gran velocidad y la mayoría de estos cambios involucran a los ecosistemas y su respuesta a nuestras actividades.
La población humana aparentemente no hace más que crecer de forma generalizada, lo cual puede ser el preludio de conflictos entre el medio ambiente y el modo en cómo vivimos. El desarrollo de la tecnología y el aumento de los residuos que generamos tienen más superposición que nunca con los organismos que solían vivir en condiciones diferentes.
Uno de los factores determinantes que han estado alterando las condiciones de vida de todos los seres vivos es la contaminación ambiental. Cabe mencionar que ésta, directa o indirectamente, es responsable de mucha de la pérdida de la biodiversidad de nuestro planeta.
Por lo anterior, explorar la conducta de los organismos puede dar información sobre el medio ambiente y, en específico, la contaminación posiciona como una de las prioridades de investigación de científicos como la Dra. Montserrat Suárez, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien se ha preocupado por cómo los contaminantes cambian o modifican las interacciones, cuáles son los procesos que se están modificando y por cuáles mecanismos ocurren.
El estudio de los efectos de la contaminación se puede dividir en dos, menciona la Dra. Suárez, “uno es el de los efectos letales como el de la toxicología por la que ahora sabemos cómo funcionan muchos de los contaminantes, sobre todo químicos; y el segundo son los no letales, que tienen que ver con la conducta y las consecuencias que tienen en los organismos en su interacción con el medio sin llegar a ser mortal a corto plazo”. Este último perturba las cadenas de adecuación de los individuos, a largo plazo el de las especies y a gran escala el de las poblaciones.
Con las bases anteriores fue como, con sus diferentes grupos de investigación, ha podido dar explicaciones a diversos fenómenos, estudiando los procesos fisiológicos y conductuales, el primero de ellos relacionado con la contaminación ambiental física, una línea de investigación no tan explorada.
El pez cebra y los plásticos rompe vínculos
El papel de los plásticos como macro basura se ha convertido en un disruptor del ambiente, sobre todo por su vasta presencia y abundancia como contaminantes, es decir, solamente por existir provocan alguna alteración en el medio donde estén; su composición de polímero orgánico estable hace muy tardía su degradación, así como su persistencia en el ambiente en su forma original o casi original, lo que abre muchas posibilidades de estudio.
La Dra. Suárez, con su grupo de investigación de la Universidad Estatal de Arizona, identificó cómo la presencia de este contaminante transforma un ambiente acuático y cómo afecta a un organismo en él, en este caso el pez cebra, un ser altamente social.
A través de la alteración del ambiente con pedazos de plástico de distintos tamaños, formas, posiciones y niveles en el agua lograron ver cómo fueron modificadas directamente las relaciones sociales del modelo animal, pues el interés que tenía por interactuar con otro individuo se veía afectada por las barreras físicas que significaban estos polímeros. A su vez, por su forma química, los plásticos resultan incidir aún más en la interacción entre individuos más allá de las barreras físicas, pues los aditivos que contienen, como el bisfenol A (BPA), se consideran disruptores endócrinos.
De acuerdo con la literatura, el BPA interrumpe la síntesis de las gonadotropinas relacionadas básicamente con la conducta sexual y la fisiología implicada para entrar a la época reproductiva, y que, de acuerdo con la investigadora de la UNAM, va más allá, pues también está relacionada con el tiempo que pasan afiliados a un grupo social. Con base en mediciones de hormonas como el cortisol, 11-ketotestosterona y progesterona, descubrió que de acuerdo con a diferentes niveles de BPA a los que son expuestos los peces cebra hay una menor liberación de progesterona, misma que está relacionada a las relaciones sociales afiliativas.
Nidos con filtro
Respecto a sus trabajos de contaminación física y química, la doctora Suárez, en un estudio con aves y específicamente la estructura de sus nidos, explica: “si tú ves un nido y has tenido la fortuna de deshacerlo, además de tener muchísimos parásitos, tienden a tener muchísima basura”, explicó, “y generalmente los de las aves asentadas en ambientes urbanos ya están elaborados con productos hechos y desechados por el humano”.
La situación se vuelve preocupante, pues los filtros de cigarros usados predominaban en la constitución del nido, “pues por el material son perfectos para mantener la temperatura y las condiciones físicas”, detalló.
Ante tal situación, intentó determinar qué sucedía con este material en las estructuras construidas por las aves, utilizando la hipótesis de la protección del nido, la cual dicta que muchas aves tienen diferentes formas de protegerse de los parásitos y llevan a cabo una conducta muy interesante: incluir algún material que contenga un metabolito secundario, es decir, compuestos químicos sintetizados por las plantas que cumplen funciones no esenciales en ellas y que ahuyentan o funcionan como insecticida en sus nidos, por ejemplo, en los estorninos europeos es común que pongan hojas de la planta de zanahoria, “pero en este caso era diferente porque estaban utilizando un material sintético que además contiene nicotina”.
Los resultados, sorpresivamente apoyaban esa hipótesis, pues correlativamente había una relación negativa entre la cantidad de colillas de cigarro que había los nidos y la cantidad de ectoparásitos: a más colillas, menos ectoparásitos.
Estos resultados parecían positivos, sin embargo, al indagar más y realizar pruebas de genotoxicidad (prueba para confirmar si un organismo está enfrentando un agente tóxico), confirmaron que las aves estaban siendo afectadas por estar en contacto con los filtros de cigarro y había rompimientos de material genético, lo que resulta muy preocupante a corto, mediano y largo plazo.
Hoy en día la doctora Suárez está colaborando con la doctora Bibiana Montoya en el Laboratorio de Ecología del Comportamiento en el Centro Tlaxcala de Biología de la Conducta para dar respuesta a las posibles afecciones en la conducta de algunas aves al ser expuestas a la contaminación por ruido, en particular el que es resultado de la pirotecnia.
Los trabajos de la también profesora de la UNAM nos dicen que la conducta es un muy buen indicador de los efectos de la contaminación en sus diferentes modalidades porque es el primer filtro que tienen los organismos para enfrentar los cambios en el ambiente y que aún tenemos mucho más que hacer para evitar más afectaciones a los animales con los que compartimos el mundo.
Detalles del autor
- Nombre(s): José Manuel López Vásquez