Corría el año 2005, recién regresaba de una visita a la Universidad de California (UC), Campus Los Ángeles, cuando la Dra. Rosa Angélica Lucio se aproximó a mi persona para indagar sobre la posibilidad de llevar a cabo una estancia académica al año siguiente. Me extrañó que eligiera un laboratorio dirigido por un investigador joven, recién incorporado como independiente al Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para estudiar los cambios de la química cerebral asociados con el despliegue de la conducta copulatoria en ratas macho (i.e., conjunto de manifestaciones corporales dirigidas a facilitar el apareamiento con ratas hembra), utilizando métodos de separación cromatográfica de alta resolución.
La llegada de Rosa Angélica al laboratorio en el año 2006 fomentó, sin embargo, mi interés por la conducta sexual y reforzó mi curiosidad por entender los mecanismos fisiológicos que subyacen a la eyaculación estratégica (i.e., deposición de semen en el tracto genital femenino ajustada en función del número de machos que podrían copular con la hembra en cuestión) en contextos de competencia sexual (i.e., disputa entre machos que aspiran a inseminar a una hembra) y espermática (i.e., disputa por fertilizar los ovocitos de una hembra por parte de los espermatozoides inseminados por distintos machos en el tracto sexual femenino), temas que rondaban mi cabeza, y que lo siguen haciendo, después de la lectura de dos libros seminales intitulados “Sperm Wars” de Robin Baker y “Promiscuity” de Tim Birkhead, que fueron adquiridos y ávidamente leídos durante mi estancia en la UC. Fue en este punto que dio inicio mi estrecha relación con el personal académico que labora en el Centro Tlaxcala de Biología de la Conducta (CTBC). Una historia que suma ya 18 años de constante evolución. Una relación fructífera con notas académico-científicas ilustradas por la participación en innumerables seminarios, clases, mesas redondas, reuniones y visitas académicas. Pero también acompañada de incontables noches de filosofía científica, de anécdotas personales y de novelas de vida.
Al transcurrir de los años, claramente veo reflejada la influencia que ha tenido la comunidad del CTBC en mi carrera científica. Una herencia cultural que modificó mi visión de las relaciones afectivas y sexualidad humanas, a través de la incorporación de los elementos ecológicos y evolutivos que subyacen a los procesos reproductivas (i.e., conjunto de respuestas manifiestas dirigidas a facilitar la fertilización de los gametos femeninos en hembras fértiles) en otros animales. Una influencia fundamental que pervive en mi quehacer cotidiano, cuyas raíces se han extendido más allá de las fronteras de mi laboratorio, y cuyo legado se ha traducido en el carácter de las clases que imparto sobre las bases biológicas de la conducta sexual en la Facultad de Psicología de la UNAM desde hace 10 años. De esta manera, el CTBC amplió su área de influencia a través de un modesto, pero comprometido vocero quien, considero, ha sabido divulgar el mensaje profesado por esta institución a lo largo de 30 años de existencia: La conducta animal, una solución inteligente. En otras palabras, estudiando la conducta (i.e., conjunto de respuestas manifiestas dirigidas a atender los requerimientos de los animales con relación a la presencia o ausencia de estímulos internos y externos) de los animales podemos aprender soluciones que facilitan la sobrevivencia y aseguran la interacción humana con el ambiente a través de maneras sustentables.
Pero ¿qué fue lo que nació como resultado de la colaboración con Rosa Angélica? Si me lo permiten, lo comento brevemente. Por aquel entonces, como hasta ahora, se pensaba que los machos de diversas especies de animales poseían la habilidad de ajustar la calidad y cantidad de espermatozoides expelidos durante la eyaculación al culminar la cópula (i.e., eyaculación estratégica), siguiendo algunas reglas básicas postuladas por Geoff Alan Parker1. En esencia, el colega inglés propuso que la calidad y cantidad de espermatozoides eyaculados dependería de la magnitud o intensidad de la competencia copulatoria y espermática experimentada por cada macho en distintos apareamientos. Así, por ejemplo, si dos machos copularan y procuraran inseminar a una misma hembra en distintos momentos, pero próximos el uno del otro, el segundo de los machos elevaría su gasto espermático (i.e., cantidad de espermatozoides expelidos durante la eyaculación) durante la eyaculación con el objetivo de ganar la competencia sexual y espermática. En contraste, si el número de machos cortejando y copulando con la hembra elegida incrementa, entonces los machos involucrados tenderían a disminuir su gasto espermático en un intento por economizarlos, al tiempo de competir por la paternidad de las crías. Sin bien existe una nutrida evidencia experimental obtenida tanto en escenarios artificiales como naturales que parece apoyar a esta noción2, el postulado central de Parker obvia que la conducta copulatoria de los machos varía interindividualmente, por lo que presumir que todos actuarán de la misma forma para afrontar a la competencia sexual y espermática promovida por las hembras, parecería ser una sobre simplificación. En apoyo a esta idea, existe evidencia que sugiere la presencia de al menos tres fenotipos copulatorios (i.e., cualidades anatómicas y fisiológicas del cuerpo que llevan a cada macho a comportarse de maneras relativamente específica y estable durante la cópula) entre la población de machos de diversas especies animales (e.g., Pattij et al.3). Hipotéticamente, cada uno de estos fenotipos, rápido, intermedio y lento, posee ventajas ecológicas en función de, por ejemplo, los rangos sociales45.
De esta forma, nuestros grupos generaron una serie de experimentos dirigidos a evaluar si el fenotipo copulatorio en las ratas macho en verdad influía sobre el diseño de la estrategia conductual y fisiológica de afrontamiento instrumentada, por ellos, para contender con las presiones impuestas por la competencia sexual y espermática. Los resultados obtenidos apoyaron que la conducta copulatoria de las ratas macho varía en función de su fenotipo copulatorio, del contexto en el que se dé el encuentro copulatorio y si la hembra participa de manera activa o forzada para que la cópula de lugar678. Estos retan los postulados centrales de la Teoría de Competencia Espermática, por lo que recientemente han sido puestos en revisión9. Es posible que los principios enunciados por Parker pudieran describir las estrategias de afrontamiento de los machos ante la competencia sexual y espermática, solamente para una fracción menor de los machos estudiados en una población dada.
Como toda buena historia, el porvenir dirá qué postura será más cercana a la realidad concreta. En el interludio, únicamente me resta agradecer la influencia profunda que Rosa Angélica y el resto de los colegas del CTBC tuvieron y siguen teniendo sobre mis concepciones en torno al significado de la conducta animal, y la trascendencia que su estudio tiene para proponer soluciones de aquella disfuncional manifestada por el humano.
Detalles del autor
- Nombre(s):
Gabriel Gutiérrez Ospina , Instituto de Investigaciones Biomédicas , Universidad Nacional Autónoma de México
Referencias
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- 3Pattij T, de Jong TR, Uitterdijk A, Waldinger MD, Veening JG, Cools AR, van der Graaf PH, Olivier, B (2005) Individual differences in male rat ejaculatory behaviour: searching for models to study ejaculation disorders. Eur J Neurosci. 22(3):724-34.
- 4Lucio RA, Cruz Y, Pichardo, AI, Fuentes-Morales, MR, Fuentes-Farias, A, Molina-Cerón, ML, Gutiérrez-Ospina, G (2012). The physiology and ecophysiology of ejaculation. Tropical and Subtropical Agroecosystems, 15(1), S113-S127.
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