La salud mental de los estudiantes muchas veces llega a considerarse como algo dado por sentado, como lo es el caso de los adultos. Actualmente ya es muy común entender que un adulto usualmente vive en la frontera del mal dormir. La sociedad contemporánea ha normalizado ciertos conceptos que se identifican con la adultez y las responsabilidades, como es el vivir cansado y estresado. Precisamente es ahí, donde entran las algunas de conductas de desplazamiento que buscan aliviar esos males modernos, lo que va llevando a conductas sin saberlo destructivas, como pueden ser las adicciones ya sea al alcohol – que también se ha normalizado-, el tabaco – que ya se encuentra estigmatizado-, las drogas y las apuestas -que poco a poco se vuelven el complemento a un entretenimiento común, como lo son los deportes televisados.
Actualmente, se han desarrollado diversas escalas para evaluar las conductas que consisten en preguntas ordenadas sobre ciertas áreas de la psicología como podría ser la depresión, ansiedad y estrés que permiten realizar un diagnóstico del estado de la salud mental de los estudiantes o de la población en general, los cuales brindan un diagnóstico acertado sobre el estado mental de los participantes.
En nuestro trabajo de investigación más reciente, hemos encontrado que en estudiantes universitarios existen niveles de estrés de moderados a extremadamente severos, lo mismo sucede con la ansiedad y la depresión. Aunque si se buscan diferencias en género, se ha visto que sólo la ansiedad y estrés es diferente entre hombres y mujeres, presentando niveles mayores en las mujeres. Otro de los hallazgos importantes es que existen diferencias entre la depresión, ansiedad y estrés en los estudiantes menores de 20 años comparados con los que tienen una edad mayor.
Estos resultados brindan un panorama sobre lo que está sucediendo en la comunidad universitaria y cómo en muchas ocasiones no se le da la importancia necesaria a la salud mental. Lo cual podría tener diferentes razones que darían argumentos para pensar en cómo es lo que se consideraría exitoso en la educación universitaria. Lo cual lleva a considerar situaciones que pude observar cuando realizaba mis estudios universitarios o de posgrado, en donde mientras más se mencionaba que no se había dormido por haber terminado un trabajo o se habían saltado comidas parecía que se era un mejor estudiante. Y esto, a corto o largo plazo, generaba problemas de salud. No eran pocos los compañeros que terminaban en una consulta con el doctor, quien diagnosticaba estrés y recetando reposo.
Esta situación no es exclusiva de nuestro país o de una universidad en específico, en otros países, también se han encontrado que los estudiantes, especialmente después de la pandemia de COVID-19 se vieron expuestos a diferentes factores que alteraron su desarrollo social y consecuentemente psicológico. Por ejemplo, se ha demostrado que existe una relación entre el éxito académico con la depresión y ansiedad (Andrews and Wilding, 2004; Atkinson, 2020; Solmi, 2022). Además de que este momento del desarrollo implica eventos individuales y de identidad que afectan el desarrollo escolar, como puede ser la seguridad de haber realizado una correcta elección de carrera o los efectos de la economía familiar.
Finalmente, nuestra investigación permite sugerir que las instituciones educativas fomenten programas de intervención donde se integren técnicas de bienestar general que estén por encima de los resultados académicos, ya que de este modo los estudiantes estarán más motivados y se evitarán resultados negativos en su salud, además de que posiblemente se eviten conductas de riesgo que los afectarán posteriormente.
Detalles del autor
- Nombre(s):
Hugo Cano Ramírez, Centro de Investigación en Reproducción Animal (CIRA)