La mayoría de las personas conciben a las serpientes como animales altamente reactivos, predispuestos a atacar a la menor provocación, hemos sido influidos por mitos, leyendas, documentales, fotografías, chismes y hasta en la biblia se las pone al servicio del mismísimo satanás. Pero, si las serpientes realmente no controlaran sus impulsos y atacaran sin pensarlo, ¿no se enfrentarían a mayores situaciones de riesgo?, terminarían atacando a potenciales depredadores que no dudarían en matarlas, ¿acaso esto no va en contra de su eficacia biológica?

Muchas personas consideran que el cerebro de los reptiles está subdesarrollado dado que carece de las modernas capas de corteza cerebral que presentan los mamíferos; sin embargo, la humanidad ya se ha equivocado antes en este tipo de predicciones. Podemos recordar la idea de que el tamaño del cerebro se relacionó con la inteligencia y entonces hubo un “boom” de trabajos de morfometría de cerebros, sólo que por su altura y peso resultó que el cerebro del propio Albert Einstein no destacó por tener un gran tamaño, pero sí tuvo una gran inteligencia. Wilcox y Jackson 1 encontraron 14 habilidades cognitivas para el cerebro de arañas de la familia Salticidae que es del tamaño de la diezmilésima parte de la cabeza de un alfiler.

Las serpientes son reptiles tetrápodos, pero perdieron las patas en su historia evolutiva. Han tenido que resolver su supervivencia sin extremidades, usando todo su cuerpo para constreñir, nadar, trepar, excavar, planear, depredar a sus presas y defenderse de sus depredadores. Algunas de ellas han desarrollado accesorios dérmicos para traquetear (sonido de cascabeleo) y estructuras que producen y contienen veneno, las cuales ayudan en la captura de presas y también en la defensa ante sus depredadores. Entonces, ¿las serpientes podrían ser exitosas en su sobrevivencia, si fueran como armas automáticas o resortes que lanzan ataques de manera mecánica?

Tal vez sí. Existe algo de probabilidad en ello, pero no es lo que ocurre en la vida real, interesantemente las serpientes siguen un patrón conductual y toman decisiones, las cuales Pope2 describió “Primero esconderse, segundo fanfarronear y si no hay alternativa por último deciden pelear”. Estas conductas se conocen como defensivas, incluyen ocultarse por medio de la cripsis, huir a un refugio ya sea de manera suave y silenciosa o de manera rápida y descarada. La primera opción es la que hemos observado en el cincuate (Pituophis deppei), en la culebra de agua mexicana (Thamnophis eques), en la culebra de agua mexicana de panza negra (Thamnophis melanogaster), en la culebra listonada occidental (Thamnophis proximus), en la culebra chata del pacifico (Salvadora mexicana), en la cascabel de pantano (Crotalus polystictus), en la cascabel de cola negra (Crotalus molossus) y en la cascabel diamantada (Crotalus atrox). La lista en realidad es más grande, pero si huir u ocultarse no funcionó, las serpientes recurren al fanfarroneo que es una conducta deimática que consiste en amenazar, vibrar la cola, sisear (sonido), elevar el cuerpo y adquirir una postura en “S”. Todo esto mientras focalizan hacia la cara del agresor e incluso simulan ataques para cambiar la posición del depredador y también hacerlo huir o convencerlo de que luchará por su vida y que es potencialmente peligrosa.

Algunas especies no son de importancia médica para el humano, debido a que, como ocurre con la culebra parda mexicana (Storeria storeriodes), una serpiente de menos de 30 cm que lanzará ataques estirará su mandíbula y modificará su postura, generalmente golpea con la boca cerrada, pero te causaría un buen susto al hacerte creer que es una serpiente de cascabel; sin embargo, conductualmente es un despliegue bellísimo de esa pequeña y engañosa serpiente.

Sobre lo anterior, en el Laboratorio de Cordados Terrestres de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN hemos encontrado evidencia de que las serpientes también hacen ataques fallidos como parte de la conducta deimática cuando no han funcionado estas estrategias de ocultarse, huir y amenazar. Tal es el caso de Crotalus atrox, C. molosus y Pituophis deppei (Figura 1) que presentan esta agresión antidepredatoria en la que sólo queda morder y golpear, con la consecuente afectación que causarán las especies venenosas. Con análisis de video encontramos que las serpientes deciden cuándo no es conveniente desperdiciar energía (y veneno en el caso de la Crotalus) y entonces hacen un “ataque falso”, el cual es intencionalmente fallido (Figura 2). Esta conducta se distingue por una diferencia de velocidad con relación al ataque legítimo. Incluso se detectó una desviación de la dirección en la trayectoria de la mordida, esto difiere completamente de un ataque legítimo que tendrá consecuencia para quien lo recibe. Los ataques falsos son una forma de comunicación entre la serpiente y el depredador, y pueden evitar que las mascotas o los humanos sufran una mordida real y sus consecuencias.

Aclaramos aquí que, aunque P. deppei no es venenosa hay anécdotas de incautos que la han molestado en exceso y han recibido una dolorosa mordida. En el caso de las serpientes venenosas, aun cuando se recibe una mordida, existe la posibilidad de que ésta sea seca (sin liberar veneno), pero claro que no hay que confiarse, siempre se deben tomar las precauciones adecuadas al interactuar con serpientes venenosas.

La evolución ha moldeado en la carrera armamentista una gran variedad de comportamientos defensivos de todos los vertebrados. Ahora sabes que las serpientes no son máquinas de acción automática, siempre parecen considerar las opciones más rentables y sólo morderán cuando no hay otra alternativa ni espacio para huir. Ojalá que esta reflexión haya cambiado tu forma de pensar sobre estos maravillosos reptiles.

Figura 1. Ejemplares de Crotalus atrox, Crotalus molosus y Pituophis deppei Fotografías de Enrique Quiroz.
Figura 1. Ejemplares de Crotalus atrox, Crotalus molosus y Pituophis deppei Fotografías de Enrique Quiroz.
Figura 1. Ejemplares de Crotalus atrox, Crotalus molosus y Pituophis deppei Fotografías de Enrique Quiroz.
Figura 2. Secuencia de video que muestra un ataque falso en que un ejemplar de C. molosus desvía la mordida en el último momento.

Detalles del autor

  • Nombre(s):
    Enrique Quiroz Uhart
    Guillermo Alejandro Pérez Flores


Referencias

  • 1Wilcox, R. S., Jackson, R. R. (1998). Cognitive Abilities of Araneophagic Jumping Spiders. En R. P. Balda, I. M. Pepperberg, & A. C. Kamil (Eds.), Animal Cognition in Nature (pp. 411-434). Academic Press. https://doi.org/10.1016/B978-012077030-4/50066-0
  • 2Pope, C. H. (1958). Rattlesnakes. Their habits, life histories, and influence on mankind. Laurence M. Klauber. University of California Press, Berkeley, 1956. vol. 1, xxix 708 pp., vol. 2, xvii 709-1476. Illus. plates. per set. Science, 125(3239), 161-161. DOI: 10.1126/science.125.3239.161.a
  • 3Cox, C. L., Chung, AK, Blackwell, C, et al., Tactile stimuli induce deimatic antipredator displays in ringneck snakes. Ethology. 2021; 127: 465– 474. DOI: https://doi.org/10.1111/eth.13152
  • 4Umbers, K. D. L., De Bona S., White, T. E., Lehtonen J., Mappes, J. Endler, J. A. (2017). Deimatism: a neglected component of antipredator defense. Biology Letters 13: 20160936. http://dx.doi.org/10.1098/rsbl.2016.0936